Running idiota.

MARATONISTA-MODERNO

Salir de trabajar a ciertas horas, ya anochecido, tiene varios inconvenientes. El primero es que estas dejando toda tu vida en un trabajo que cada día es menos gratificante y el segundo y consecuencia del primero, es que a cambio de ese “maravilloso” trabajo, no ves a tu familia. Estas dos líneas tan simples son la base de un descontento que va generándose en el interior de no pocos desgraciados. Pero como el ser humano es él mismo y sus consecuencias, dígase el entorno, a veces este no sólo no contribuye sino que además acentúa la sensación de ingravidez pasmosa, o lo que dicho de otra forma “te deja obnubilado”.
Pues bien, la historia comienza tal día como hoy a las 20:45 de la tarde. Después de un arduo día de trabajo me dispongo a recoger el portátil con el equipamiento de ratón, cargador, uesebe, diferentes papeles que quedaron encima de la mesa de reuniones y, como no, la dichosa botella vacía de agua que algún guarro me ha dejado encima de mi mesa después de haberle pegado diecisiete chupetones a la boquilla para beber.
En la otra parte de la ciudad, a tan sólo unas calles de mi casa, el sujeto B, funcionario del Exmo. Ayuntamiento, se dispone a realizar su rutina diaria. Su jornada prosigue con esas horas, con ese reencuentro con uno mismo para disfrute personal con la práctica de su deporte favorito. Su mujer, recién llegada del gimnasio y también funcionaria, se hace cargo ahora de la maravillosa pareja de hijos “sopijos”.
Mientras intento recordar donde he dejado el coche. Son casi las 21:00 y, seguramente, hoy tampoco veré a mis hijos. Demasiado tarde ya, necesitan acostarse temprano para madrugar e ir al colegio. Mi mujer, acostumbrada a no verme hasta bien entrada la noche, no espera mi llegada hasta dentro de un buen rato. Con la cena fría, la televisión encendida, los juguetes de los niños tirados por el suelo y la cuchara del yoghurt debajo de la silla (la tiró la peque), espera el redil la vuelta del macho.
El sujeto B prepara sus zapatillas “Asisc”, recién compradas después de una tarde entera de difícil elección. Pero hoy es un gran día para él, ha recibido la funda luminosa especial para su Iphone. El sujeto se atavía con el traje de running y sus múltiples complementos esenciales para la carrera: gorra con luz nocturna (una contradicción en toda regla, para qué cojones quieres una gorra con luz), camiseta con reflectores, pantalón reflectante, calcetines hipertranspirantes, calentadores de gemelos, luces de brazos (pulseras con led que se colocan a la altura del pecho en ambos brazos) , guantes con ajustables de velcro para botella de agua y el último grito en pulsómetros.
Yo, por contra, sigo a la mía peleándome con el tráfico del centro. Miro la cara de los demás conductores y me veo reflejado en sus caras de cansancio y agotamiento de la jornada. Ya sólo quedan unos 10 minutos para llegar a casa.
El sujeto feliz ya sale a la calle. Comienza el ceremonial de la puerta de la Feria de Abril con la reproducción de la lista de música especial runing de Spotify, el encendido de la gorra, la puesta en mancha de los brazaletes-led, la puesta a cero del cronómetro y consiguiente revisión de pulsaciones. Sin embargo, antes de empezar a correr realiza unos insignificantes estiramientos de brazos y un skiping en el sitio (a ver para que).
Acabo de llamar a casa pero mi mujer no coge el teléfono, debe estar con los niños en la pelea diaria de los dientes y la cama.
Sujeto B lleva dos minutos running, su corazón comienza a agitarse bombeando la sangre con más fuerza para llevar el oxigeno a sus músculos, sus zapatillas Asisc amortiguan los golpes del duro asfalto protegiendo sus rodillas y la iluminación de feria le indica el camino a él y a los Reyes Magos que bien lo podrían confundir con un cometa. Sujeto B se acerca a mi casa justo por la calle por la que circulo de vuelta al hogar.
Yo sigo a la mía con la mano puesta en el volante y la derecha buscando una frecuencia de la radio donde no hablen de política.
Se acerca ya el sujeto B, el cruce con mi coche es inminente, el peligro acecha. Ignorante a la situación sigo pendiente de la radio cuando quedan pocos metros para alcanzar el dichoso paso de cebra, el semáforo esta rojo.
Sujeto B acelera su carrera para cruzar antes de que torne a rojo el indicativo del paso peatonal.
En ese instante, justo unos metros antes de que Sujeto B llegue, el peatón se pone rojo. Inmediatamente el semáforo de vehículos adquiere la luz verde y permite mi paso.
Sujeto B detiene inmediatamente su marcha y yo acelero.
Sujeto B decide quedarse trotando en el sitio.
En ese momento algo me deslumbra, miro y no doy crédito, hay un tipo vestido de árbol de navidad, dando saltos, con una gorra puesta a las 21:10 de la noche y tarareando una canción de Madonna. En ese momento el recuerdo y la añoranza me trasladan al pasado cuando mis amigos y yo corríamos por caminos oscuros de las afueras de mi pueblo, en pleno invierno a -5ºC, con un Walkman Sony con anti-rolling en la mano morada por el frío.
En ese momento no lo sabíamos pero éramos running de pueblo, al igual que sujeto B no lo sabe pero es el perfecto running idiota.

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