Hipocresía

Según la RAE: «propio de la persona hipócrita». Dada la tendencia de todo bípedo para erigirse en el mayor exponente de esta cualidad humana que, cual vino que se precie, conforma su bouquet con la fermentación, elaboración y añejamiento. Si, a dicha cualidad humana, le unes la exaltación de la amistad, el consumo de alcohol y diversos psicotrópicos, obtienes como resultado la Navidad Hipócrita.

Lejos de cualquier polémica con el sentido de la Navidad, el bípedo se empeña en darle el color de lo banal aderezado con el coctel que provoca el estado preciso para salir a la calle con el despliegue «plein» de sonrisas, abrazos, deseos extremos de felicidad,…

Lejos también de los aromas a frutos rojos, madera, cuero, tierra, especias, derivadas del proceso del vino, la hipocresía huele a mierda.

Ciertamente la línea que separa cortesía e hipocresía no es demasiado gruesa. Pero esa mirada…, esa mirada no engaña. Esa misma mirada que se desplaza cual tic cuando no existen alcohol y psicotrópicos. Esos pasos dirigidos al importuno saludo, demasiado beodos para gozar de la habilidad del día abstemio, en el que el galgo no te alcanzó.

Cerca quedan la demagogia y la hipocresía. Cerca están y de cerca las veo. Ambas hijas del bípedo. Ambas fermentadas, elaboradas y añejadas por el odio y la envidia pero, sobre todo presentes en la bajeza moral.

Va por ustedes – Don’t need you.

 

 

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