Punto de fuga

Recuerdo aquella carretera infinita. Esa recta que llevaba a la capital de provincia. Interminable camino.

Asomado a la ventanilla del coche, los campos regados por impresionantes sistemas que harían florecer el maíz en el desierto.

Postes de madera equidistantes unidos por el cable del movimiento armónico simple.

Todo estaba relacionado, todo tendía al infinito. El infinito como punto de fuga.

Allá donde todo esfuerzo por distinguir el sentido de aquellas confusas formas que se adivinaban en el horizonte, era inútil. Donde la capacidad de la vistas para distinguir la realidad no era suficiente, dejando lugar a la indefinición como fuente de imaginación y sueño.

Un camino, una aventura, un punto de fuga donde perderse mientras los minutos mueren, para encontrase con el mundo de la imaginación. Historias imposibles, aventuras interminables, vivencias tan reales dentro del sueño,…

Así era el punto de fuga de aquella carretera infinita recorrida con la protección de la que todos los niños gozan, en el regazo de los brazos del esfuerzo y el amor infinito.

Mundo anhelado, mundo deteriorado.

Por aquel entonces nada presagiaba que sería posible alcanzar ese horizonte que otrora tan lejos se veía.

La sed de la curiosidad, la necesidad del aprendizaje, el devenir de los días, todo acrecenta la satisfacción del objetivo conseguido al alcanzar lo lejano.

Sin ser consciente que otro punto de fuga comienza a divisarse conforme la cercanía permite que lo desconocido adquiera forma, color, olor y nombre.

Un nuevo horizonte, otro objetivo por conocer y por descubrir. Sin tiempo de disfrute, los pasos avanzan hacia la nueva meta.

Así, tras el camino recorrido, los años han pasado, la distancia recorrida es grande, los horizontes alcanzados muchos. Ahora ya no hay tiempo a que la imaginación pueda crear, inventar, soñar,…

¿Qué se distingue en ese horizonte desconocido?

Sin tiempo, llego hasta el siguiente objetivo sin mirar atrás, sin pensarlo, sin remedio… La precipitación de acontecimientos no deja lugar al disfrute de lo conseguido. La tierra no se pisa, el aire no se respira, el cuerpo ni tan siquiera siente la temperatura del lugar.

Pasados los años, demasiados, miro alrededor, giro 360 grados y veo que alrededor todo es horizonte lejano, todo es un punto de fuga infinito.

Cansado ya de la búsqueda del infinito, desengañado, sin sed,… El recuerdo de aquellos viajes en coche, el vaho en la ventanilla, el rumor del motor… queda lejano en el tiempo y cercano en mi ser.

Ahora me doy cuenta de que nunca miré hacia atrás en esos recorridos por aquella carretera interminable que llevaba a la capital.

Atrás donde queda el punto de fuga una vez alcanzado.

Atrás donde quedan los segundo, los minutos, las horas, los días, los años… El pasado. Donde todo tiene su fin. Donde quedar apeado por siempre.

Buscando mi punto de fuga. Ese punto infinito de confluencia del todo. 
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