Nacer, escuela, trabajar, morir

http://youtu.be/zNB4zn3EDzw
Corrían los 80 y el descubrimiento de la música llamaba a la puerta de un preadolescente. Con la cabeza llena de pájaros, con el cuerpo emanando feromonas (no se puede olvidar nuestra  condición de animal) y con los pies en cualquier sitio menos en el suelo.

Así fué, así ocurrió. Aislado en el descubrimiento del mundo, inmerso en la nebulosa trascendental de lo intrascendente. Capturado por odios inventados, tan habido de conocimiento buceando en el desconocimiento. Esos años se perdieron como arena entre los dedos, esos años se perdieron al igual que todo aquello que, por entonces carecía de importancia, aquello considerado enemigo, aquello que no era más que un mundo inventado dentro de una realidad demasiado desconocida para ser tu amiga.
Nacer, escuela, trabajar, morir. Tan simple, había que estar muy mal para seguir entre los carriles de la locomotora en la que alguien nos subió.
Ahora con la edad de la mediocridad, y con la virtud de la madurez uno puede ver que toda aquella irrealidad contra la que se luchaba existía, nos dominaba y nos domina, nos vigilaba y nos vigila. Matriz de referencia de todos los sistemas de coordenadas ahí estas vigilante y dominante con todos esos pampagüitos manipuladores que dominan el mundo, tu mundo, aquel mundo y los siguientes mundos. Nacer, escuela, trabajar, morir es lo que les interesa y el que se salga de la vía que se ponga ciego porque lo que verá no podrá ser soportado, es demasiado doloroso.
Nacer, escuela, trabajar, morir estamos en un defcon 3 de 4 y todavía somos adolescentes, eso si con los pájaros de nuestra cabeza aniquilados, con las feromonas de nuestro cuerpo con el último aroma de Paco Rabanne y con los pies cuidados por el podólogo de la esquina.

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